viernes, 18 de marzo de 2011

Hesius. l parte


Cuando le conocí nunca pude imaginar que las circunstancias se desarrollasen del modo en que lo hicieron. Mi primer impulso fue de acabar con él, de rebanar ese cuello altivo y orgulloso pero andaba demasiado atareada intentando salvar mi propia vida saliendo de aquellas aguas. Sus ojos como miel y profundos como la profundidad de aquel lago me hacían recordar la calidez del sol cuando comienza aparecer por el horizonte y sin saber el motivo un escalofrío recorrió mi ser al notar como su mirada se clavaba en mi cuerpo.

Le había visto por los salones del Ubar Marlenus pero no habíamos podido intercambiar más que nuestras miradas; me llamó poderosamente la atención su gran altura y corpulencia, su cuidada barba y su cabello color azabache, al igual que el bronceado de su piel…ciertamente era un hombre apuesto y deseable, pero al punto de sorprenderme a mi misma con esos pensamientos me obligue a regresar a la realidad y a pensar: “bah, solo es un hombre más, todos son iguales”, así es que apresuré mi paso y marche de los salones…

Más tarde supe que aquel hombre era el casta roja conocido con el nombre de Hesius y que procedía de Tor, ciudad del desierto del Tahari y que era regente de Tarnwald.

Parecía pues un personaje importante, sus ropajes denotaban también elegancia y riqueza.

Pero a mi todas esas cosas no me llamaban la atención, yo procedo de una familia noble y de un elevado status social que generación tras generación han servido en Ar como guerreros del Ubar y si algo me sobra también es fortuna, por lo que la posición o las riquezas no me atraen lo más mínimo.

Como estaba relatando al principio, nuestro primer encuentro fue en el lago, aun no sé ni por que motivo o razón él se me acercó y me dijo descaradamente que un baño sería lo ideal en aquellos instantes, me negué por supuesto y como no cesaba de insistir y provocar tuve que advertirle que aunque soy una guerrera que no le teme al campo de batalla, no me sucede lo mismo con el líquido elemento, en el que me siento insegura por no saber nadar, se rió a carcajadas cuando confesé mi secreto, le mire con los ojos inyectados en sangre y le advertí que como dijese a alguien lo que acababa de descubrir sobre mi, sería hombre muerto, mis amenazas le hicieron cambiar el semblante y me empujo hacia el lago, luché por librarme de sus fuertes brazos, pero no hubo manera, cuando me quise dar cuenta estaba dentro de las aguas agitando piernas y brazos y presa del pánico, fue en aquel momento cuando él me grito que si no me quitaba los ropajes me hundiría pero claro si lo hacia tendría que salir desnuda y mostrarme de ese modo ante sus ojos sintiendo una enorme vergüenza y humillación; pero cuando la vida esta en juego no se piensa en esas cosas y me deshice como pude de mis ropas y entonces él me ayudó a salir del agua.

Me miró descaradamente de arriba abajo, yo me sentía ultrajada y furiosa, si hubiese tenido mi quiva a mano su cabeza sin lugar a dudas habría caído al suelo despegándose de su atractivo cuerpo. Pero no, estaba desnuda con mis ropas sumergidas en el lago, temblando de vergüenza y de frío, su voz resonó en mi cabeza como un terrible aguijón: AuRyn no os ayudare hasta que reconozcáis que deseabais esta situación y que cuando salgamos no habrá desden ni venganza solo olvido o aceptación.

Estaba en un callejón sin salida y no me quedó más remedio que aceptar su ayuda si quería regresar a los salones conservando un poco de dignidad. Fue entonces cuando me cubrió con su capa y me llevo hasta la ciudad.

Como lo odie, y como planee mi venganza día tras día, el aliento que sentía cada madrugada al abrir mis ojos era el del hades susurrándome al oído que le ofreciera la vida de Hesius. Sin embargo los RR.SS parecía que no quisieran mi venganza y siempre que trataba de ejecutarla algo sucedía que me impedía realizarla. Además ya había probado su fuerza y aunque me pesara tenía que reconocer que era más fuerte que yo y más diestro en la lucha, con lo que un enfrentamiento cara a cara no es que me diese miedo pero muy probablemente sería mi vida la que caería y no la de él. Hasta pensé en cosas poco honorables que desde luego descartaba de inmediato por ser indignas de mi casta, pero tentada estuve de obligar a una kajira a que envenenase su copa sutilmente; eso hubiese sido muy ruin y cobarde por mi parte, inaceptable y lo descarté. Por otra parte cada vez que su mirada se cruzaba con la mía, yo notaba que mis piernas se aflojaban, que mi pulso latía más deprisa, que un calor extraño invadía mi cuerpo, lo asociaba al odio, sin darme cuenta de que del odio al amor tan solo hay una fina línea divisoria. Desde luego no me dejaba indiferente. Lo observe un día en los salones jugando con una kajira, yo me había sentado en mi sitio preferido, cerca de la chimenea, al calor del fuego, él casi enfrente mío tomaba una copa de Vino del Turia y acariciaba la enorme melena rojiza de la muchacha que estaba en esos momentos a sus pies sirviéndole con devoción, quizá con excesiva devoción y entonces me di cuenta, ¡me sentía celosa!, ¿como era eso posible?, ¿qué había sucedido en mi para sentirme atraída de aquel modo por un hombre al que odiaba tanto?. Nuestras miradas se cruzaban, éramos capaces de mantener la vista fija el uno en el otro y perder de este modo la noción del tiempo. El mundo se paraba a nuestro alrededor. Y me dí cuenta de que me había enamorado…