jueves, 6 de enero de 2011

gared{AR}, el kajiru perdido...





¿Cuánto vale la vida de un kajiru?, cualquier goreano respondería sin vacilar, “nada”, tan solo las monedas que hayas pagado por él. ¿Qué es un esclavo en estas tierras?, su valor esta en función de sus habilidades y si aprecia en algo su miserable existencia sabe bien que su deber es callar y obedecer sin rechistar los deseos de los Libres. Si su condición es esa es porque quizá ya nació en ella, su madre tal vez era una kajira y él no tuvo opción, pero ¿qué hay de aquellos hombres que naciendo Libres acaban siendo siervos de los demás?, ¿debilidad?, ¿temor a morir?, ¿qué les impulsa a dejarse someter y preferir una vida resignada de servilismo a una muerte que le evitaría tal condición?

Cuando pienso en ello, creo que yo preferiría la muerte a tal humillación. Por otra parte sin el sometimiento de ellos ¿qué sería de Gor? ¿Quién construiría los edificios, los puentes, las ciudades? ¿Quién atendería los lujosos salones de Ubar, sin que hermosas kajiras hubiesen sido preparadas para tales menesteres? ¿Y los placeres de la carne?.

Lo cierto es que bien sean hombres o mujeres, les necesitamos y ellos nos necesitan, es una simbiosis que fluye como los cauces de los ríos fluyen hasta desembocar en el mar.

Los lazos que se crean a veces son como trenzados de mimbre, pura artesanía, pura belleza.

Un Libre puede comprar con dinero a cualquier esclavo que se ponga a la venta en el mercado, o puede por la espada en legal batalla acceder al derecho de ser servido por quien venció o darle muerte. ¿Pero como ganar la fidelidad, el respeto y la obediencia sumisa sin tener que estar pendiente de la traición del esclavo?.

¿Le doblegará el temor al látigo o la posibilidad de morir si no obedece?.

¿Por cuánto tiempo?, ¿cómo dormir tranquilos y seguros? ¿Encadenando siempre de pies y manos a quien deseamos que al día siguiente nos sirva sin queja?

Ningún arma, habida o por haber, ningún temor o amenaza, ninguna fuerza de ninguna clase o naturaleza puede doblegar la voluntad de un hombre o una mujer, sino es el sentimiento del amor.

El cariño, el afecto, el respeto, el cuidado y la protección, el trato afable e interesado, de quien mima y atiende lo que es suyo. Esa es la mejor manera de encontrar ese lazo, ese nexo de unión, entre Amo y esclavo.

Ese es el mejor de los látigos, la mejor de las fuerzas.

Cuando le vi, supe que sería para mí, sus ojos me hablaron en silencio, mi mirada también le respondía sin que mis labios expresaran palabra alguna.

Regresaba de una dura batalla lejos de Ar, mis hombres y yo estábamos cansados, habíamos volado toda la noche para evitar ser descubiertos por enemigos indeseables y nuestros animales y nosotros mismos necesitábamos un respiro, ordené descender y acampar para poder dormir un poco, tomar algo de alimento y beber, solo lo necesario para continuar de nuevo, apenas tuvimos tiempo de ese merecido descanso pues me llegó el aviso por uno de mis hombres de que se acercaba una caravana. No sabía que tipo de comitiva era la que se acercaba por lo tanto teníamos que estar preparados para una posible lucha, no fue necesaria, conocía a dos de los mercaderes, Samith y Nomred, conocidos de mi abuelo también y hombres de buen corazón y justos en los tratos como todos los de su casta. Se alegraron al vernos pues los caminos son siempre peligrosos y al saber que nos dirigíamos hacia Ar al igual que ellos, acordamos acompañarles a modo de escolta, a cambio mis hombres podrían disfrutar de los bailes de las kajiras que llevaban como mercancía para la ciudad, yo no sacaba nada provechoso en esto salvo el contentamiento de mis soldados, lo cual en cierto modo me agradaba.

A pie, con cadenas en las manos y en los pies, se movía un muchacho joven, de piel dorada por el sol, su cabello negro azabache y sus ojos inmensos y profundos. Era el único varón entre tanta mujer, una de ellas caminaba muy cerca del muchacho, era su madre no me cabía duda, la forma en que le miraba, el dolor de sus ojos, su gesto de angustia, ese gesto que se clava en el semblante de las personas que no saben cual va a ser su destino pero que saben que se encaminan a él sin remedio y que el tiempo de permanecer juntos, es escaso a menos que tengan la suerte de ser vendidos a la misma familia o persona, cosa poco frecuente. Él la miraba a ella de vez en cuando intentando dibujar una sonrisa en su rostro para aliviar su pena, esa imagen quedó grabada en mi mente del mismo modo en que más tarde quedaría grabada mi marca en el collar de propiedad de gared, pues ese era el nombre del kajiru.

¡Buen ejemplar ¡ le comenté a Samith, mirando a gared y después a él. Sonrió, pues conocía mi mirada y haciendo un gesto de negación con su cabeza me dijo, no te encapriches de él, hija del Viejo Pelirrojo, pues es un kajiru de seda que se nos ha encargado para la hija de un rico casta verde de la ciudad de Ar.

Oh, proteste, ¿acaso pensáis que lo quería para mi?.

Se echó a reír a carcajadas y exclamo, no es que piense que lo quieras para ti, es que conociendo tu testarudez estoy seguro de que me vas a causar un grave apuro.

No lo quiero. Siempre he sido servida por kajiras y ni siquiera a ellas las necesito muchas veces porque yo sé cuidarme bien solita.

Orgullosa y altiva como tu padre y me dio una palmadita cariñosa en el hombro.

Me quedé por unos instantes observando todos los movimientos que se realizaban, la organización para continuar la marcha la dirigí yo personalmente, total estábamos ya cerca de Ar, quizás llegaríamos al anochecer, así es que soltamos a nuestros trans y continuamos a pie.

No pude evitar situarme cerca del muchacho, sus movimientos, sus brazos fuertes, sus musculosas piernas, sus rasgos exóticos, todo él, me atraía poderosa y peligrosamente. Solo es un esclavo, puedes comparte los que desees, ¿por qué tiene que ser precisamente ese?.

Pero ya me había dicho Samith que ese no era accesible para mí y eso lo hizo más deseable aún.

Basta que algo sea prohibido, inaccesible o muy difícil de lograr para que eso le de un mayor atractivo al deseo o al objeto en cuestión.

Sí, gared tenía que ser de mi propiedad, aun no sabía de que forma conseguiría mi capricho, pero cuando quiero algo voy a por ello y no acepto un NO por respuesta.

Por fin en Ar, cada uno siguió su camino, los mercaderes se dispusieron a efectuar sus negocios y mis hombres obtuvieron permiso para un merecido descanso y yo misma me retiré a mis aposentos en los salones del Gran Ubar, Marlenus, para descansar y pensar en que forma podría obtener a aquel kajiru del cual me había encaprichado.

Cuando me sentí ya descansada y con ánimos, después de un sueño reparador y una buena comida, indagué y pregunté con discreción, quería saber quien era el casta verde que había encargado tal mercancía, no hubo modo de saber nada, nadie tenía noticias de ese asunto y casi parecían ridículas mis investigaciones.

Ya había perdido casi la esperanza, cuando decidí acercarme al mercado, supuse que gared no se encontraría entre la mercancía a vender, imaginaba que a esas horas ya estaría con su dueña, la hija del desconocido casta verde, pero para mi asombro no fue así, pude distinguirle desde lejos, abrazado a su madre dándole ánimos y aliento ante lo que parecía iba a ser su inminente separación.

¡Samith, Samith! grite agitando mi mano para que me viese, él no pudo evitar soltar una carcajada de las suyas al tiempo que decía, los RR.SS han dispuesto que este ejemplar sea para ti, de lo contrario es inexplicable lo sucedido… y con sus ojos llenos aun de asombro me relataba torpemente que dos noches atrás el casta verde que iba a realizar la compra fue asaltado en los caminos y decapitado por un borracho que le robo su dinero y consiguió huir, por lo tanto ya no había transacción que realizar y gared quedaba a la venta en el mercado. No me alegré por la mala suerte que había corrido la persona que iba a comprar al kajiru pero si por el hecho de que eso me daba a mi la oportunidad de quedarme con él.

¿Cuánto pides por él?, le dije sin apenas dejar terminar el relato, me regañó con su mirada pero pronto le cambio el semblante al ver que sacaba mi bolsa con oro, repetí impaciente, ¿Cuánto pides?

Es un buen ejemplar y…

A mi no pretendas, engañarme, le interrumpí, tu pon un precio al muchacho y yo diré si me parece justo

Lo siento no puedo vendértelo, el Ubar se te ha adelantado y quiere a estos esclavos para él mismo por lo tanto tendrás que hablar con el propio Ubar si quieres conseguirlo.

Fruncí el ceño como siempre lo hago cuando tengo una contrariedad pero sabía que al final sería mío así es que continué con mi paseo por el mercado y pensando en el modo de lograr la atención de Marlenus para obtener mi deseo, no fue muy difícil, tan solo tuve que recordarle que tenía una deuda pendiente conmigo y que había llegado el momento de recibir una gratificación por mi buen hacer como su Guardia Personal y gustoso me dijo que sí, que el esclavo sería mío, estipulamos un precio simbólico y la ceremonia de venta e imposición de su collar fue festejada grandemente en los Salones de Ar.

Después de ese pacto y de aquella fiesta, esa misma mañana en el mercado cuando regresaba del paseo, vi que la única esclava que se ponía a la venta era la madre de gared, por lo visto la persona enviada a efectuar la compra por encargo de Marlenus, consideró que era demasiado mayor para el harem personal del Gran Ubar y la rechazó, mi amigo intentaba venderla sin mucho éxito. Era una oportunidad que tenía que aprovechar y así lo hice, unas pocas monedas de cobre bastaron para cerrar el trato, mi amigo se quedó contento de poder desprenderse de una mercancía que le iba a costar colocar y yo tenía en mis manos la llave para que gared se sintiese agradecido. Cuando él supo había comprado a su propia madre y se dio cuenta de que esta era tratada con consideración, su lealtad y buen hacer para conmigo fueron siempre intachables, siempre me dio todo aquello que un esclavo es capaz de dar, obediencia, respeto, sumisión, y lealtad, esos son sus bienes, esa es su entrega.

El kajiru gared me sirvió fielmente durante muchas lunas, hasta que una mañana que le envié al mercado para comprar unas cosas, ya no regresó. Mis únicas pistas por los testigos que presenciaron los hechos son la descripción de un hombre con una cicatriz en su cara, en la mejilla derecha, probablemente bandidos, castas negras, indeseables que se lucran del robo y el pillaje y que no tuvieron miramiento alguno en secuestrar a mi valioso kajiru, probablemente para comerciar con él y venderle lejos de de Ar. He buscado por todas partes, he preguntado incluso en puerto Kar pero nadie ha sabido darme más pistas, su madre aun me sirve con la esperanza de que un día podamos encontrar nuevamente a su hijo, pero cada día sus fuerzas son más escasas y sus ojos más tristes y yo me siento furiosa de haber sido victima de tal robo, quieran los RR.SS que encuentre al culpable para darle muerte con mi propia espada.

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